Irlanda del Norte, la cortina de humo con la que Johnson quiere encubrir el ‘partygate’

Dos años y medio. Es el tiempo que ha transcurrido desde que Reino Unido aprobó el Acuerdo de Salida de la Unión Europea. En sus órdagos a la Comisión Europea, el Gobierno británico —debilitado por el 'partygate'— pretende ahora reavivar las tensiones con la UE tirando por tierra la salvaguarda irlandesa del Acuerdo del Brexit. Boris Johnson busca modificar unilateralmente el Protocolo que él mismo firmó y que consideró como un gran éxito negociador. Esto implicaría poner en peligro los Acuerdos de Viernes Santo de 1998 y volver a establecer una frontera física en la isla de Irlanda tras casi veinticinco años de paz. Sin embargo, según algunos analistas la pretensión del mandatario británico es la de presionar a modo de herramienta política para distraer de otro tipo de problemas internos, aunque ello implique la escalada de otro conflicto con la UE al plantear el Protocolo como un ataque a su soberanía.

«Establecer de nuevo una frontera en Irlanda acarreará violencia y conflictos. Significa retroceder cuarenta años en el tiempo en lo relativo a la paz en la isla», explica a ABC Enrique Feás, investigador principal del Real Instituto Elcano. El escollo primordial de las negociaciones del Brexit era evitar a toda costa levantar una nueva frontera física entre las dos Irlandas que violara los Acuerdos de Viernes Santo de Belfast de 1998. Para ello, se acordó trasladar la frontera al Mar de Irlanda. Como la idea era minimizar los controles, la fórmula idónea fue el controvertido Protocolo sobre Irlanda e Irlanda del Norte, que entró en vigor en enero de 2021 (con la desaprobación de los unionistas del DUP).

Auspiciado desde un primer momento por el Gobierno británico (tras el Acuerdo de Brexit que provocó la dimisión de Theresa May, Boris Johnson optó por una salvaguarda que no afectara a todo el Reino Unido, sino solo a Irlanda del Norte), la UE, Irlanda del Norte y EE.UU., el objetivo era el de garantizar, al menos, la existencia de una unión aduanera entre Reino Unido y la UE. Se creó, entonces, una especie de ficción en la que Irlanda del Norte formaba parte del mercado único de la UE que ahora Johnson quiere romper. «Desde siempre, Reino Unido ha tratado de cargar sobre la Unión Europea la responsabilidad de controlar su frontera y se ha empeñado en no cumplir su parte del Protocolo», asegura Feás.

Tira y afloja permanente

Tras la firma del Acuerdo de Salida (con el Protocolo sobre Irlanda), llegó el Acuerdo de Cooperación y Comercio para implementar una mínima integración comercial entre la UE y Reino Unido. Un acuerdo de libre comercio que implicaba controles fronterizos. Johnson, que en público prometió a los unionistas del DUP lo contrario a lo firmado, negó que dichos controles fueran a implementarse finalmente, teniendo que afrontar los disturbios de grupos unionistas (abril de 2021), que se sintieron traicionados. Pese a la flexibilidad de la Comisión a la hora de minimizar los controles, Reino Unido buscó renegociar el Protocolo para no estar sometido a la supervisión del Tribunal de Justicia de la UE. «En ningún momento el Gobierno británico se ha preocupado por facilitar el negocio de las empresas; es un tema puro de principios para generar excitación política. Le está exigiendo a la UE lo único que sabe que no le puede dar: que rompa el principio del mercado único y renunciar al TJUE como intérprete último de la legislación comunitaria», afirma este experto.

En medio de todo este «tira y afloja permanente», Reino Unido anunció la controvertida Ley del Mercado Interior bajo la excusa de evitar barreras entre las regiones británicas. Ahora, Londres ha vuelto a las andadas maniobrando para otorgar otra vez potestad a los ministros con la que (con la excusa de simplificar el comercio interior de Reino Unido) saltarse los controles obligatorios en el Mar de Irlanda. A ello hay que sumarle las recientes elecciones en Irlanda del Norte en las que, por primera vez desde la división de la isla hace ya un siglo (1921), ha ganado el partido nacionalista irlandés del Sinn Féin, partidario de la unión de las dos Irlandas. La dificultad deriva de la cláusula del Protocolo que establece que, en caso de existir fuertes indicios de que Irlanda del Norte quisiera reunificarse con Irlanda, el Gobierno británico está obligado a convocar un referéndum de unificación. Es pronto para hablar sobre ello, pero todo se está comenzando a mover: «Lo que era una cosa improbable hace unos años, ya no parece tan imposible. Aunque siendo lejana».

Guerra comercial

De fondo, Estados Unidos ha asumido el papel de principal garante del cumplimiento de los Acuerdos de Viernes Santo de 1998 por delante de los británicos. La idea de Johnson siempre ha sido la siguiente: abandonar la UE y tener control de sus fronteras, pero no permitir eso mismo a los demás. Además de acogerse únicamente a los acuerdos internacionales que le convengan. «Si el problema fuera realmente facilitarle la vida a las empresas y minimizar los controles, existirían otras formas de minimizarlos y la Comisión ha estado dispuesta a favorecerlo en varias ocasiones», comenta Enrique Feás.

De suspenderse el Protocolo, el Acuerdo de Comercio y Cooperación se convierte en papel mojado porque está basado en un acuerdo de salida que debe respetarse también. Reino Unido pasaría a estar en una guerra comercial y con unas consecuencias catastróficas para toda Europa y para sectores estratégicos como la automoción.

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Fuente: ABC